GEORGES BRASSENS
L’orage (1960)

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LA TORMENTA
Letra y música: Georges Brassens

Parlez-moi de la pluie et non pas du beau temps
Le beau temps me dégoute et me fait grincer les dents
Le bel azur me met en rage
Car le plus grand amour qui me fut donné sur terre
Je le dois au mauvais temps, je le dois à Jupiter
Il me tomba d’un ciel d’orage

Par un soir de novembre, à cheval sur les toits
Un vrai tonnerre de Brest, avec des cris de ‘putois
Allumait ses feux d’artifice
Bondissant de sa couche en costume de nuit
Ma voisine affolée vint cogner à mon huis
En réclamant mes bons offices

« Je suis seule et j’ai peur, ouvrez-moi, par pitié
Mon époux vient de partir faire son dur métier
Pauvre malheureux mercenaire
Contraint de coucher dehors quand il fait mauvais temps
Pour la bonne raison qu’il est représentant
D’un’ maison de paratonnerres »

En bénissant le nom de Benjamin Franklin
Je l’ai mise en lieu sûr entre mes bras câlins
Et puis l’amour a fait le reste
Toi qui sèmes des paratonnerres à foison
Que n’en as-tu planté sur ta propre maison
Erreur on ne peut plus funeste

Quand Jupiter alla se faire entendre ailleurs
La belle, ayant enfin conjuré sa frayeur
Et recouvré tout son courage
Rentra dans ses foyers faire sécher son mari
En m’donnant rendez-vous les jours d’intempérie
Rendez-vous au prochain orage

A partir de ce jour je n’ai plus baissé les yeux
J’ai consacré mon temps à contempler les cieux
A regarder passer les nues
A guetter les stratus, à lorgner les nimbus
A faire les yeux doux aux moindres cumulus
Mais elle n’est pas revenue

Son bonhomme de mari avait tant fait d’affaires
Tant vendu ce soir-là de petits bouts de fer
Qu’il était devenu millionnaire
Et l’avait emmenée vers des cieux toujours bleus
Des pays imbéciles où jamais il ne pleut
Où l’on ne sait rien du tonnerre

Dieu fasse que ma complainte aille, tambour battant
Lui parler de la pluie, lui parler du gros temps
Auxquels on a tenu tête ensemble
Lui conter qu’un certain coup de foudre assassin
Dans le mille de mon cœur a laissé le dessin
D’un’ petite fleur qui lui ressemble

Habladme de la lluvia y no del buen tiempo:
el buen tiempo me asquea y me hace rechinar los dientes,
el cielo azul me encoleriza,
pues el mayor amor que me fue dado en la tierra
se lo debo al mal tiempo, se lo debo a Júpiter:
me cayó de un cielo de tormenta.

Una noche de noviembre, a caballo sobre los tejados,
un trueno de Brest,(1) gritando como un condenado,(2)
encendía sus fuegos de artificio.
Saltando de su cama en camisón
mi vecina, presa del pánico, vino a llamar a mi portón
requiriendo mis buenos oficios.

«Estoy sola y tengo miedo, ábrame por piedad.
Mi pobre esposo acaba de salir a hacer su duro oficio,
pobre infortunado mercenario,
obligado a dormir fuera cuando hace mal tiempo
por la buena razón de que es representante
de una casa de pararrayos.»

Bendiciendo el nombre de Benjamin Franklin
la puse a buen recaudo entre mis brazos
y luego el amor hizo el resto.
Tú que siembras pararrayos por doquier
que no hayas plantado uno en tu propia casa
es un error de lo más funesto.

Cuando Júpiter se marchó con su música a otra parte
la bella, habiendo por fin aplacado su pavor
y recobrado todo su coraje,
regresó a sus lares a secar a su marido
dándome cita los días de mal tiempo,
dándome cita la próxima tormenta.

A partir de aquél día no volví a bajar la mirada
dediqué mi tiempo a contemplar los cielos
a mirar pasar las nubes
a otear los estratos, a mirar de reojo los nimbos
a poner ojitos tiernos a los mínimos cúmulos…
Pero ella no volvió.

El bueno de su marido hizo tan buen negocio,
vendió tantos palitos de hierro aquél día,
que se hizo millonario
y se la llevó hacia los cielos siempre azules
de países imbéciles donde nunca llueve,
donde no tienen noticias del trueno.

Dios quiera que mi endecha vaya, a toque de trompeta,
a hablarle de la lluvia, a hablarle del mal tiempo,
cuando estuvimos el uno contra el otro;
a contarle que algo como un rayo asesino
en el centro de mi corazón dejó el dibujo
de una pequeña flor que se le parece.


(1) La expresión «tonnerre de Brest» procede del cañonazo que anunciaba a diario la apertura y el cierre de las puertas del arsenal a los pies del castillo de Brest (ciudad francesa de la región de Bretaña).
(2) «Cris de putois»: juramento que expresa un gran despecho o una enorme cólera.

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